El atasco, las motos, las bicis, los peatones, los semáforos y la doble fila son el "abc" de la circulación urbana. Aquí te damos algunas ideas para conducir mejor en ciudad.
Quien vive en grandes centros urbanos, tendrá interés en saber 5 situaciones que nos harán conducir mejor en ciudad. Y es que la mayoría de las capitales de provincia de nuestro país tienen una gran, constante y desconocida… compañía. Sí, ¿os habéis fijado alguna vez…? ¿cuándo estás solo en la ciudad? Traduciendo esta realidad a la calzada, rara será la vez que circulemos por la urbe sin nadie alrededor.
Nuestro coche ha de estar, también, sometido a constantes cambios de marcha, escasa refrigeración y ese mismo estrés que tenemos como conductores, lo tienen los materiales de nuestro infatigable compañero. El sistema de refrigeración, la lubricación y el embrague, como aspectos mecánicos; y la climatización, como elemento de confort, son los que se van a poner más a prueba. Cuídalos.
El atasco y la ciudad: tensa calma
Al haber tal aglutinación de coches, los atascos son el escenario habitual a primera hora de la mañana y a última de la tarde. En los atascos hay poco de “técnicas de conducción” y mucho de “técnicas de relajación”. En primer lugar, cuida el ambiente interior de tu coche -limpieza- e intenta mantener una temperatura agradable en él. En invierno, fuera abrigo, bufanda y guantes y pon la calefacción no muy fuerte. En verano, aire acondicionado –si lo tienes-.
La paciencia es una virtud, que dice el refrán, y en los atascos va a ser nuestra mejor aliada. Pon la radio, conversa con tus acompañantes o aprovecha para llamar a algún familiar lejano y, sobre todo, no te alteres. ¿Que un coche se te cuela? Que se te cuele. ¿Qué pierdes con uno más o uno menos delante de ti? ¿Qué ganas pitando, acelerando fuerte y frenando de golpe? Ya se te ha colado, no gastes gasolina, fuerces el coche, te lleves un disgusto y crees una situación peligrosa por algo que ya ha pasado y no vas a cambiar. Como decía Bruce Lee en el anuncio de televisión: “Be water, my friend”.
Las motos y las bicis, habituales en la ciudad.
A las motocicletas –y ciclomotores- estamos más que acostumbrados. Llevamos decenios conviviendo con ellas en la ciudad con el máximo cuidado y respeto por estos usuarios de la vía. Los motoristas, como los usuarios del automóvil, pagan los impuestos de su vehículo, han superado un examen y llevan la moto en condiciones contrastadas de circulación. Gracias, por ejemplo, al faro encendido, los identificamos entre los coches y, detrás de nuestro volante, vemos como superan los atascos zigzagueando y como aparcar en la acera nada más llegar. Lo que no vemos es el frío que pasan, el calor que sufren y lo expuestos que están a las circunstancias climatológicas y a los accidentes.
El uso de la bicicleta está aumentando últimamente. Por una parte, los propios particulares con sus “bicis” se lanzan a la ciudad con este medio de transporte; y, por otra, el ciudadano de a pie recurre a las bicis de alquiler que, cada vez más y previo pago, ponen a nuestra disposición los ayuntamientos. Esto nos lleva a contar con un personaje más dentro de la película urbana. No vamos a decir las normas de circulación de las bicicletas, aunque deberían ser más severas y, previo examen, extendidas entre estos usuarios; pero sí vamos a advertir, como conductores, que pueden estar, salir y aparecer, de casi cualquier parte. No son una moto con sus faros, conductor con gran casco y, posiblememente, cazadora llamativa… puede ser cualquier adolescente vestido de negro con bici sin faro el que se meta entre los coches a las 21h.
En cualquie caso, tanto motos como bicis deben tener especial precaución por ciudad y carretera. Siempre deben señalizar sus maniobras, llevar casco y prendas que les protejan; además, si es posible, que éstas sean visibles.
Por este motivo, y además de ir “con mil ojos”, debemos tener un especial cuidado al cambiar de carril. La ciudad se presta a numerosos cambios de destino, a darnos cuenta repentinamente de que por “tal calle” llegamos antes, a buscar una ruta alternativa ante un atasco… esto, unido a la vorágine de las prisas, el estrés y el tan de moda hoy en día “hacerlo todo rápido” nos lleva a cambiar de dirección sin mirar -o sin mirar todo lo necesario- a no señalizar con los –aunque no lo creamos- obligatorios intermitentes, y a girar cambiando de rumbo “en el último momento”. Este cúmulo de circunstancias es el caldo de cultivo perfecto para que “tiremos” a una moto o a una bici.
Los semáforos: siempre llegamos en rojo…
Los semáforos son imprescindibles para una correcta regulación del tráfico urbano, no nos cabe ninguna duda. Lo que, como conductores inteligentes que somos, tenemos que tener en cuenta es la cadencia de funcionamiento. Si salimos de un semáforo y vemos que el siguiente sigue en rojo… ¿para qué correr? Es mejor mantener una velocidad reducida y constante para “darle tiempo” a que se ponga en verde.
Si avanzamos hacia un semáforo en rojo, mejor levantar el pie del acelerador y “dejar llegar” el coche para frenar suavemente. Hemos ahorrado combustible, hemos ahorrado frenos, hemos ahorrado estrés y, con suerte, hasta se ha puesto en verde.
Estos dos sencillos ejemplos nos sirven como pie para criticar la cadencia de los semáforos de muchas de nuestros núcleos urbanos. Rara es la calle en la que encontramos todos los semáforos en verde. Más bien todo lo contrario, salimos de un semáforo en verde y vamos hacia uno en rojo. ¿Qué ocurre entonces? Que metemos primera, aceleramos, consumimos combustible, sale humo y contaminamos. Como mucho metemos segunda y… paramos en el siguiente semáforo. Claro, vuelta a empezar. Consideramos mucho más saludable conseguir, especialmente en aquellas vías en las que la densidad de tráfico es mayor, que se coordinen los semáforos para, sin necesidad de elevar la velocidad por encima de los 50 km/h legales, poder rebasar varios de ellos en verde. La fluidez de las vías con mayor densidad de tráfico lo agradecerán, los embragues lo agradecerán, nuestro estrés lo agradecerá y el medio ambiente lo agradecerá.
Aparcar, la socorrida doble fila
En la búsqueda de aparcamiento puedes tener suerte y aparcar nada más llegar, o tienes que dar vueltas –por desgracia con un número indefinido- y hasta valorar la opción “parking”.
No para aparcar pero sí para parar, la doble fila es la opción socorrida que tan extendido uso tiene. Es cierto que el código de la circulación permite parar en doble fila en las vías urbanas –siempre que sea menos de dos minutos, no abandonemos el coche y no obstruyamos gravemente la circulación-. Como podéis imaginar, esto ocurre rara vez. Recurrir a la doble fila para aparcar es tan ilegal como molesto y, sin querer ser amigos de dar soluciones para hechos delictivos, sí que podríamos dejar escrito nuestro número de móvil para que, siempre estando atentos, nos puedan llamar para quitar el coche.
Los peatones: «la ciudad no es para mi»
Si has leído todo el artículo y se te han quitado las ganas de ir en coche por la ciudad, lo entenderíamos perfectamente. Andando se llega a todas partes y, una vez que das el primer paso, te sorprenderá lo rápido que llegas caminando a los sitios.
Cada vez se está mirando más al peatón para sancionarle por comportamientos indebidos, como cruzar con su semáforo en rojo o deambular en estado de embriaguez. Y es que, si los ciclistas o los motoristas pueden “aparecer de cualquier parte”, los peatones pueden “aparecer de la nada”. De entre dos coches, de un portal, de un garaje, de un comercio… es importante tener mucho cuidado y, para identificarles, podremos mirar por encima de los coches, para buscar su cabeza, o por debajo de éstos, para buscar sus pies e identificar el movimiento.
Mención aparte tienen los peatones que ven un paso de cebra y “se tiran en plancha” ejerciendo su derecho de paso. En autocasion.com no somos policías y no vamos a sancionar a nadie, ni por cruzar en rojo ni por no frenar en un paso de cebra, pero sí que rogamos a los peatones que disfrutan de su derecho de cruzar por el paso de cebra, lo hagan mirando –y asegurándose- que no viene nadie, o que, si viene, va a poder frenar a tiempo, incluso que va a poder frenar a tiempo sin hacerlo bruscamente o, para redondear, que va a poder frenar a tiempo sin hacerlo bruscamente y sin que sea alcanzado por el vehículo que le sigue. Nadie dice que no te ceda el paso, pero no te tires a mis ruedas como si fueras protagonista de un vídeo casero ruso de esos que vemos para cobrar el seguro.
Por otra parte, y sin abandonar el entorno “paso de cebra”, si vas montado en “bici” eres un ciclista, no un peatón. Si quieres ejercer tu derecho a cruzar con prioridad en un paso de peatones, ciclista, bájate de la bicicleta y cruza la calle caminando.
Al final, la circulación en ciudad tiene más de convivencia que de otra cosa. Respeto, cuidado y calma son tres amigos que debemos llevar con nosotros siempre que nos subamos al coche. En la urbe más, si cabe. ¿No os parece?
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